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Próximo destino: Madrid

Hoy lloro

Pasó sólo un día de que escribiera ese post tan expresivo sobre cómo son las Fiestas acá, y de golpe me dio mucha tristeza.
Hoy fui a almorzar a la casa de Moni, charlamos algo, tomamos unos mates y luego le pregunté si había decidido algo con respecto al 1 de enero, y sí, veo que decidió que no nos juntemos. Sospecho que será raro que cambie de opinión. Y me quedé pensando, pensando hasta que me bajé del metro en Velázquez y mientras cruzaba Goya, se me humedecieron los ojos y se me hizo un nudo en la garganta. Claro, me di cuenta de que si no era con ellos, se me termina la gente con quien compartir las fiestas, y si quiero pasarlo algo diferente del 24, la única posibilidad es que estemos sólo Javi y yo. Y si bien no hay problema en estar solos, y de hecho sería algo novedoso para una fiesta, justo esa, la del 1 de enero es la que más me gusta compartir con amigos y familiares. Además, veo que en la oficina todos se van al pueblo y celebran tradiciones, y me encuentro un tanto sola. Y me dan ganas de llorar. Ay, ay, ay. Me cuesta pensar que un año nuevo puede empezar bien y ser bueno cuando uno lo empieza como un día cualquiera, y temo que eso será lo que ocurra: que no sea un día diferente. Ahora, claro, mi sentido común me dice que el año empieza igual, más allá del estado de ánimo de una, que un día no determina 364, que yo puedo hacer que en las pequeñas cosas el día sea diferente y especial, pero todo eso –de lo más razonable- hoy, ahora, no me alcanza. Y tengo ganas de llorar. Y de abrazar a todos los que extraño.

“Navidades” en Madrid

Para mí, siempre fueron “las Fiestas” y “Navidad”, pero acá son “las Navidades”. Primer cambio. Y más allá de este cambio nominativo, muchos otros, que paso a relatarles.
* Diciembre, y la decoración navideña, y los menús, de acuerdo con el clima: ¡acá es invierno! Todavía no nevó pero ya hace bastante frío y eso es algo de lo más extraño, al menos para mí; aunque está bien que luego de vivir la secuencia verano – otoño – verano – otoño, por fin venga el frío, ¿verdad?
* Si a alguien le parecía que las lucecitas intermitentes que adornan las casas son un derroche de energía eléctrica, que pase por acá: cada calle más o menos importante tiene un decorado luminoso diferente. En todos los casos son estructuras que, cada 15 metros aproximadamente, cruzan la calle dibujando campanitas o estrellas o moños… Y en las calles más importantes de la ciudad, como la Gran Vía o Preciados, en vez de luces, cuelgan inmensas campanas o bolas azules, doradas o plateadas, simulando los adornitos del árbol navideño. Y en la Puerta del Sol, hay un gran árbol, muy bonito, cargado con adornos y luces. Según he visto en los diarios, por donde está la estatua de la Cibeles, hay letreros luminosos un tanto desubicados, como parte de una nueva estética: en vez de adornos navideños, son palabras que a muchos nos parecen poco relacionadas con la navidad: “reserva”; “lujuria” y otras que ya investigaré (es que de noche, no suelo andar por ahí), esas son las que mejor recuerdo porque me parecieron bastante poco navideñas.
* El dinero que mueven las fiestas, al menos acá, es algo que me resulta increíble. En principio, lo clásico: la comida y los regalos familiares. Pero este año reparé en lo que son los regalos empresariales. En principio, lo más sencillo: las tarjetas de felicitación. En la empresa donde estoy, se mandaron pocas menos de 2500. Sí, leyeron bien. Pero hay más: diariamente llegan por lo menos, 4 ó 5 entregas de regalos grandes: patas de jamón crudo, cajas de botellas de vino, perfumes, calendarios, agendas… y no vienen de a uno por persona. Hay muchos empleados de aquí que han recibido por lo menos 4 cajas de vino.
Y lo que me toca a mí: las empresas suelen agasajar a sus empleados con una comida en un lindo lugar y algún regalo. En mi caso, nos regalaron una caja de 12 botellas de vino fino tinto, una pata de jamón crudo y nos invitaron a un almuerzo en un hotel muy exclusivo de Madrid. Cuando llegamos al almuerzo, nos dieron un papelito a cada uno, que decía el rol de cada uno en el pesebre. Se tomaron 4 fotos y ayer nos regalaron a cada uno una foto con todos nosotros haciendo de pastores, lavanderas, reyes magos, que está muy linda. La comida, si bien estuvo muy rica, supo a poco (la bebida, en cambio, me pareció muy bien). Y el ambiente, muy sano: todos distendidos y charlando de cualquier cosa, como si no fuéramos de la oficina. En el medio del almuerzo, se apareció uno de los socios holandeses de la empresa y nos regaló dos quesos a cada uno, uno con comino y el otro solo, con una tabla triangular en forma de rodaja de queso, y dos cuchillos especiales para cortarlos. Estábamos sentados de a 8 en 5 mesas, y de pronto un compañero me dijo que tenía que cantar porque nadie del resto se animaba. Yo dije que no porque no se me ocurría una canción adecuada, pero cuando vino el presidente de la empresa a pedírmelo, se me ocurrió “El día que me quieras” y acepté cantar. Estaba muy nerviosa y me ruboricé muchísimo, pero traté de relajarme, cerré los ojos y me entregué toda al canto. Todos me decían estar conmovidos por lo lindo que canté, y la verdad es que me alegro, porque fue la primera vez que lo hice en público y tenía vergüenza y miedo de que no saliera bien.
A Javi le tocó una cena, sin regalo de empresa pero con “amigo invisible” organizado por los empleados. Así que él regaló un libro y le tocó un almanaque de Miró y un llavero de cuero.
* Los días clave. El 24 a la noche, lo pasamos en la casa de Fernanda y Patricio, un matrimonio tucumano. Seremos ellos, Javi, yo, y los dos chicos salteños que viven con nosotros, Ariel y Edgardo. Creo que comeremos crepes de entrada, canelones como plato principal y luego alguna tarta helada o frutos secos de postre. Depende de si consigo la tarta. Yo llevaré el vino (ahora junté 15 botellas) y compraremos gaseosa. El champagne lo ponen Fer y Pato. El 25 no sé qué haremos.
Para fin de año todavía no tenemos planes. A mí me gustaría recibirlos a Fer y Pato a la noche, pero no muy tarde, ya que a todos nos gustaría ir a Puerta del Sol a comer las uvas: con cada una de las campanadas que anuncian el Nuevo Año, uno se come una uva (y sospecho que pide un deseo). Y esa es una tradición muy establecida acá, y que se pasa por la tele para todos lados, pero ya que estamos a unas pocas paradas de metro, ¿por qué no ir? Y el 1 me gustaría recibirlos a Fede, Moni y Victoria. Pero todo eso está por verse. Lo único que sé es que iremos a Puerta del Sol con un buen manojo de uvas. Y que a cada segundo, con cada copa que brindemos, pensaremos en todos los seres queridos, y como siempre, estarán en nuestros corazones.

Un día muy especial

Además de inaugurar tema, este post tiene otro sentido. Les cuento.
Desde acá, hay días en que me siento medio triste, días en que extraño a mis amigos de allá, días en que nada me consuela porque ellos no están. Me quejo de ellos, me pregunto si eso está bien, trato de pensar que mi forma de vivir las comunicaciones es demasiado veloz ahora comparada con mi experiencia allá (y la suya, por lo tanto), que siempre están en todos mis momentos especiales (buenos o malos) y que eso vale más que lo que reclaman mis quejas que no les mando. En suma, amigos, los extraño. Y mucho. Y aunque llamar no es tan caro, a veces no quiero que el fin de semana se me vaya llamando, y por ahora me he propuesto llamarles para los cumples. Tal vez cambie eso, lo estoy pensando.
Lo cierto es que el 26 de noviembre y el 4 de diciembre ocurrió algo muy especial. Mi amiga Ana, esa con la que comencé la facultad el 6 de febrero del 95 (debo confesar que ella recuerda nuestro primer encuentro, ese día, y yo no), se casó. La verdad es que con ese "se casó" tengo un problema, y es que sé que "se casaron", pero a mí me llega principalmente por ella y lo digo así. Ya sé, mi amiga, todas las connotaciones (¿te suena esa palabrita?) que puede tener esa frasecita, pero quedate con la que a mí se me ocurre: vos te casaste con Mauri, sí, que resultó ser esa personita tan especial que te llegó al alma de la manera más dulce: el amor.
Anita, creo que las dos sabemos muy bien el camino que nos trajo hasta acá, hasta este día en que estamos lejos pero nuestra amistad sigue siendo de fierro, tan de fierro como para que vos, el día antes de casarte, me mandes un mail para decirme cuánto te alegra que yo esté bien de salud. Fue un camino de muchísimos mates, de muchísimas hojas leídas y escritas para la facu (y para nosotras, que nos terminábamos las frases de los parciales domiciliarios, te acordás?), de muchas charlas, risas, llantos, emociones... y no sigo recorriéndolo porque ya se me hace un nudo en el pecho y voy a llorar. Viste, te dije que iba a llorar... se me caen los lagrimones.
Siempre me acuerdo, en especial, de un día. Esto que sigue lo saqué de un archivito mío: "Hubo algo especial que me acercó mucho a Ana. Yo había vuelto de Buenos Aires, era marzo del '99, y traía la noticia. A Ana me la encontré directamente en la facultad, para cursar el práctico de Urbana. Antes de entrar a clase, le conté algo del viaje, y ella, me hizo una propuesta: que en lugar de ir a la clase, fuéramos al comedor a tomar un café. Ella tan de los cafés... Creo que fue en esa charla cuando, en algún momento, me di cuenta de que lo que venía no era sólo un nombre nuevo en mi vida, sino algo que iba mucho más adentro de mí."
Eso es un color del arco iris que tiene nuestra amistad.
Anita, basta de melodramas y tanto palabrerío que siempre temo que sea puro disfraz. En criollo básico: Te quiero mucho y te deseo toda la felicidad del mundo con Mauri. Y a Mauri lo mismo: te deseo toda la felicidad junto a Anita. Cuídense mucho y sean felices. Disfruten de todas las pequeñas cosas.

Encima...

...de que casi no puedo hablar, nadie me escribe... buá...

Música y personas

A propósito del título del último post, se me viene lo que me está pasando ahora. Voy a trabajar todos los días en metro, en hora pico tanto de ida como de vuelta (aunque a la mañana hay más gente que a la tardecita, en general nunca consigo sentarme ni por una estación), y aunque algunos insisten en leer aunque vayamos todos de pie y como sardinas, yo opto por distraerme pensando en cosas lindas. Y como me olvido de llevar algo de música, pienso en las canciones que me gustan. Y se me ha dado por el tango: Maquillaje, Malena, Si tú no estás… ¡¡qué bonitas letras!! Lo feo es que trato de cantarlas enteras y de algunas me he olvidado la melodía… ya me vendrá de nuevo. Es increíble cómo las canciones me llenan la vida. Es cierto que se me da de a épocas por distintos géneros y autores, pero en general, la música me llena y me trae recuerdos hermosos. Y me recuerda las personas que son parte de mi vida, que también son hermosas.

Maquillaje

El blog ha cambiado la cara, no para verse más bonito (de esto me encargaré en otra oportunidad) sino para que sea más realista: edité los temas, cambié los enlaces y ahora me siento bastante más identificada con este ambiente.
Pienso que también le vendría bien otro nombre, ya que ahora estoy en Madrid, si quieren, opinen.
Y también muchas fotos, que las tengo, pero lamentablemente todavía no he dado con la tecla para poder colgarlas. También acepto ayuda en este tema.
Besos

Hace mucho que no aparezco por acá. Ya contaré el viaje a England...
Por ahora, la novedad es que mañana empiezo con un trabajo bastante más estable que los que he tenido hasta ahora. Es un contrato de dos meses. Pero lo curioso es que para este trabajo me entrevistaron hace un tiempo, estuvieron contentos conmigo y cuando se enteraron de que tenía turno en el médico, no me quisieron. Y cómo es la vida, ahora me llaman... Es lindo sentirse requerida. Espero que me vaya bien.

Mezclas

Mezclas

Sí, se me mezcló todo. Y me alegra tener estas mezclas dentro mío, me gustan.
Fuimos a Inglaterra con Javi, y hablamos en inglés, tomamos té, vimos todo lo que hay que ver. Pero también tomamos mates y a la vuelta, con un otoño lluevioso en Madrid, dediqué una tarde a hacer dulce de leche, que está delicioso.
Qué loco...

El hechizo del mate

A veces me pregunto qué hechizo obró el mate en mí. Lo tomo amargo, por elección, y los que lo conocemos, sabemos que de a poco, su sabor se va debilitando. Pero qué importa? Le cambiamos la yerba y todo vuelve a la normalidad. Es entretenido para tomarlo entre dos o más, charla mediante, por supuesto. Sin embargo, hoy me lo traje al trabajo, empresarial trabajo, español trabajo, para tomarlo (seguramente) sola a la hora del descanso para almorzar. Es el dominio del mate. Ahora, bien, una pregunta: ¿Qué puede ser más reconfortante que leer en medio del Parque del Retiro, al sol del mediodía de otoño, con unos mates que simulan la compañía de quienes están lejos?

Una entrevista en la revista dominical de un diario de acá me puso a pensar cómo quedan las palabras. Era una entrevista a la mujer que inspiró el personaje de La Maga en la Rayuela de Cortázar. Mientras la leí, hubo muchas veces que pensé en dejarla, a veces me aburría, pero sería la curiosidad que no me dejó dejarla, y la terminé. Hay que ver cómo me volvió hoy toda la historia a la cabeza. Una historia sin duda mágica, loca, llena de cosas especiales y únicas y lugares comunes para algunos argentinos. El mate, por ejemplo. Las charlas entre amigos, sobre miles de temas, a veces muy disparatadas y muchas veces por las noches. Andar en bicicleta por la ciudad. Esas cosas que ahora extraño.

La risa

En un tiempo, la risa fue una constante en mi vida. Me tentaba y andaba a las carcajadas con las cosas más simples de la vida. No necesitaba una película cómica, un chiste, nada. La risa me acompañaba a todas partes y me invadía. Ahora, los programas cómicos en la tele apenas me provocan una sonrisa, y pocas veces me río a carcajadas. Me quedé pensando en todo esto cuando el otro día La Flaca nos preguntó a Mari y a mí de qué nos reíamos y dije "nada", sigo diciendo "nada", y lo siento mucho. Me pregunto con qué podré dar marcha atrás y volver a mis risas que me dejaban con la cara colorada y exhausta.

Tribulaciones y novedades

Ha pasado mucho tiempo sin que escriba nada por acá y siento que falta algo. Sin embargo, hoy comencé a leer un libro de Mark Twain (“Inocentes en el extranjero”), y me sentí muy identificada con algo que él decía: que mantener el hábito de escribir un diario por –digamos- un año, es una tarea difícil, y que uno en seguida se cansa de la exigencia de escribir todos los días algo que resulte interesante. A veces me pasa eso y otras, me veo superada por las experiencias y prefiero no sentarme a reflexionar, dejar eso para otro momento. No es que no piense siempre en las cosas que me pasan, pero es que a veces, escribir supone para mí más esfuerzo que sólo pensar, y sólo pienso. Y esos pensamientos quedan en mí para cuando me dispongo a escribir. Lo interesante sería comparar si es mejor lo que escribo mientras lo siento con lo que escribo “en frío”, pero no es posible. O sí, no sé. Es un tema opinable.
Bueno, lo cierto es que tuvimos las primeras visitas y fue hermoso recibirlas. Fueron mi hermana Nati y mi papá. Hacía más de un año y medio que no nos juntábamos los cuatro (ellos, Javier y yo) y la reunión coincidió con el cumple de papá, de modo que fue especial por partida doble. Paseamos, fuimos al cine, charlamos, y disfrutamos de estar juntos.
Ahora estoy trabajando por unos pocos días, pero siempre viene bien para sentirme activa. Ya veremos qué surge después.

Fin de semana fatal

Así, fatal. Y es que tuvo de todo. Empezó el viernes a la noche, cuando fuimos a la fiesta del Partido Comunista, porque cantaba Silvio Rodríguez. El evento estaba programado para las 11 de la noche, pero nosotros llegamos a las diez. Para entonces, ya había una cola larguísima llena de gente de todos los estilos: jóvenes y no tanto, rapados y no tanto, fumadores de marihuana y/o tabaco, con y sin piercing, con y sin tatuajes, con y sin niños en brazos o en cochecitos. Muy puntual, apareció el señor cubano en el escenario. Nosotros no estábamos tan lejos de ahí, pero con mi estatura y la gente agolpada como si fuera la hora pico en el metro, yo no podía ver mucho. Debían haberme visto: en puntas de pie, con el cuello estirado al máximo, y espiando por los huecos azarosos que dejaban las cabezas al moverse. Al verle, me emocioné de tal forma que empecé a decir “Ah”, se me hizo un nudo en la garganta y se me humedecieron los ojos. Empezó el recital con “Sólo el amor” y siguió con “A dónde van”… Yo no podía contener la emoción que sentía y cantaba casi llorando… Para ese entonces, seguro de que por mis medios no podría ver nunca lo que pasaba en el escenario, Javi me abrazaba para ayudarme a mantenerme en puntas de pie. Y algo vi. Después llegó el momento de “Te doy una canción” y había que escuchar a toda la gente cantando… era algo increíble. Luego, presentó a tres músicos: un guitarrista, un contrabajista y un percusionista. Muy buenos los cuatro, por supuesto. El ánimo decayó un poco cuando cantó completo un disco nuevo que nadie conocía… pero es Silvio y todo el mundo se banca cualquier cosa… Llegó el fin: se fue, pero todos pedíamos otra a gritos. Y así volvió, y se fue, y volvió, y se fue… varias veces: cantó “Sueño con serpientes”, “Ojalá”, “Canto arena”, “Rosana” y se fue con “Playa Girón”. Maravilloso.
La fiesta estaba bien organizada y terminó a la 1, cuando todavía corre el metro.
El sábado, típico: tranquilo, fuimos al híper, comimos tarde y Javi se fue a jugar al fútbol. Yo hice algo distinto: me fui al parque a tomar sol. Tomé coraje y fui, Rayuela en mano y lonita en la otra. Estuve disfrutando del día soleado hasta que… se nubló! Iba a ir a la casa de Moni y Fede pero estaban en plena siesta, así que me quedé en casa, medio embolada, aburrida… hasta que llegó Javi y me dijo “Juli, me lastimé”. Yo pensé: “Zás, se raspó la rodilla”, y cuando lo miré… estaba con la remera y el short manchados con sangre, tenía una venda arriba del ojo izquierdo y ese pómulo muy hinchado y rojo. Se había caído jugando al fútbol y lo tuvieron que coser. Estaba bien, pero fue un shock verlo así. Tuve que salir a comprarle el anti-inflamatorio, de urgencia, en sábado, y para llegar a una farmacia de turno tomé el metro e hice varias combinaciones. De vuelta me tomé un autobús cualquiera (el primero que pasó y me llevaba para la zona) y casi me perdí. Le lavé la cabeza y fue un lío: estaba muy sucio pero era incómodo maniobrar de forma tal de no mojarle la frente…
Así, lesionado y todo, me acompañó al recital de Ana Belén y Víctor Manuel, que estuvo fantástico. El ambiente era algo distinto de la noche anterior, aunque había mucha variedad de gente. Yo conocía muchas canciones y las que no, me gustaron mucho. Y ellos dos, realmente encantadores. De cada canción un comentario, una reflexión, muy lindo.
Ayer fuimos a ver de qué se trataba el último día de fiesta, y la verdad es que el grupo estaba muy fumado. Puteaban y gritaban a lo pavote y aunque se notaba que sabían mucho de música… no era nuestro estilo. Además, ya estábamos contaminados de tanta marihuana, y hoy teníamos que madrugar. Así que nos fuimos, charlando de los planes para Navidad.

Encuesta

La idea la tomé de La Señora de la Mansión que siempre se la pasa mandándonos encuestas que nunca respondo, aunque la última me pareció buena aunque para mí no sea primavera sino otoño.
Aquí va la pregunta principal:
¿Por qué en este blog no hay (casi) ninguna interacción entre ustedes y yo?
Opciones:
- "No sé"
- "A mí me gusta leer pero no comentar"
- "Me da vergüenza"
- "Prefiero que me cuentes todo esto por mail"
- "Tus cuentos no me inspiran ningún comentario"
- "Nunca te leo"
- Otras ideas, diferentes, distintas, creativas, menos masoquistas

¡A ver si me iluminan, compañeros!

El metro

En estos últimos días me he pasado más tiempo en el metro que en el departamento despierta. Y es que he hecho doble turno en el trabajo y en total, viajé 5 horas por día, para moverme sólo dentro de la ciudad. Aproveché el tiempo leyendo, pero todavía me falta organizarme para poder escribir en el metro, porque si no, no me queda tiempo. Mañana y hasta el viernes volveré a viajar todo ese tiempo, luego veré cómo me cae eso.
Así que estoy en una vida bastante monótona. Por suerte el viaje en autobús es lindo y veo las sierras.
Pues, nada... dirían los madrileños. Nada, porque no tengo nada escrito y todo en la cabeza es una Rayuela nebulosa, donde juegan las palabras de Cortázar y mis ideas que no he puesto en palabras...

Buenas nuevas, de nuevo

Si!!! Tengo trabajo!!! Desde el sábado estoy trabajando de cajera en un supermercado super cheto de acá, y la verdad es que está bueno porque es sólo por dos semanas, pagan bien y son sólo 5 horas diarias, a un horario muy conveniente.
Todo bien!!!

Me acaban de llamar para decirme que es mi último día de trabajo... así de golpe y porrazo.

Paseíto por Madrid

Hay que ver cómo disfruté el primer fin de semana luego de haber trabajado de martes a viernes. Lo esperaba, y lo valoré mucho.
Este fin de semana descubrí un nuevo lugar. Es el Parque de las Tres Cruces y queda más allá de la estación Aluche. El acceso es a través del estacionamiento del metro. Uno sube unas escaleras y de pronto se encuentra con un lugar muy desolado, todo amarillo de tan poca agua que cae. Y uno piensa, entonces: ¿Este es el parque al que vine? Pero entre explorar ese gran campo que se abre, y volver a la ciudad, bien vale adentrarse un poco más en ese paisaje desértico. En verdad, no es tan desértico: hay algunos árboles desperdigados por ahí, una bicisenda, un sanatorio a lo lejos, a la izquierda y cables de alta tensión sobre el camino. Sin embargo es un desierto porque allí uno siente que todo hierve, que poco falta para que todo estalle en llamas, de la sequía que se ve alrededor. Poco a poco, a lo lejos, empieza a distinguirse algo de verde. Y de pronto, todo lo que era desierto estalla en un gran bosque. No hay césped porque aquí, para que haya césped hay que regar todos los días la tierra, y eso no ocurre en los grandes parques. Hay muchísimos árboles, tantos que el sol no puede pasar. Debajo de los árboles hay varios bancos y mesas; y sobre la tierra, cantidad de ramitas, de esas marrones que cae de un árbol cuyo nombre no recuerdo, y que lo cubren todo. De pronto, se termina el bosque, la oscuridad, hay unas callejuelas y se ve más lejos un jardín, con césped verde y flores, y más allá, detrás de algo que parece un anfiteatro, un chorro de agua que se eleva por los aires. Luego, ya se ve otro paisaje: un lago, que tiene el chorro en el medio, y a su alrededor, un lindo claro con árboles y césped. Y más allá, otro bosquecillo con una mesa, dos bancos y muchos árboles. Y ahí –entre la fuente, el jardín y el bosque- encuentra uno la paz total: allí no llega el ruido de los autos, hay poca gente y todo es apacible. Sobre la derecha hay una callecita de tierra (con pocos árboles y muchos bancos largos de madera) cuyo recorrido lleva hacia una plaza de juegos para niños, una cancha de básquet y una de fútbol. Un hermoso lugar. Lo mejor que tiene es que ahí, como en las plazas de Buenos Aires, la gente va a tomar sol en traje de baño, y eso era justo lo que me estaba faltando.
El sábado fui ahí sola, para pasar un momento agradable y leer “Los siete locos” de Roberto Arlt y tratar de escribir una parte de este tour por Madrid. No llevaba traje de baño ni lona, sólo una bolsita con lo indispensable (móvil, llaves, plano, papel, lápiz, lapicera y el libro). Lo mejor fue cuando, cansada de la sombra, descubrí los bancos que están al lado de la callecita de tierra, me acosté ahí y me devoré el libro. Fue un momento hermoso porque estaba tranquila, al sol, leyendo y disfrutando de un merecido fin de semana.
El domingo fuimos allí con Javi, yo con mi traje de baño, mis papeles y mi libro y él con una monografía de la escuela de caminos de la UPM que ya tiene la marca argentina: una mancha de mate. Pero claro, estas cosas son siempre así: el último día del fin de semana, que me decido a tomar sol, está bastante nublado y cuando estábamos muy cómodos con Javi, tomando mates, leyendo y disfrutando del silencio y la paz, empieza a llover. Organizamos todo para irnos y cuando lo tenemos todo listo, deja de llover y decidimos volver a instalarnos. A los pocos minutos de que nos volvimos a instalar, vuelve a llover… y ahí nos vamos, ya definitivamente. Una pena, pero todo esto no quita que el lugar sea muy bonito.

Tras una semana de estar aquí trabajando, les puedo comentar un poco mis tareas habituales. Son bastante simples: atender una central telefónica con 54 internos, mirar el correo electrónico, recibir y enviar correspondencia, reponer la papelería y las cosas de cocina, guardar reportes de fax, distribuir los faxes, mantener todo ordenado y no mucho más. La única dificultad es que puede venir una llamada en inglés. Pero la verdad es que creo que me está yendo bien.

Tanta buena onda y tengo el presentimiento de que no todo va tan bien. La semana pasada, María me hablaba de “cuando estés sola en la recepción, allí en Alcobendas” y hoy ya le escuché decir de algo que lo hará “la persona que esté en recepción” y ahora le pasé una llamada de una ETT, y ella le comentó “que no tiene mucha experiencia en el puesto”… y puede que tenga cola de paja, pero tengo la idea de que hablaba de mí. A las cuatro y media creo que viene alguien por este asunto, tendré que estar atenta. Tengo miedo, porque estoy contenta acá, y no me gustaría irme. Además, ya estábamos haciendo planes con mis futuros sueldos… y ahora ya no sé. Que Dios me ayude. Creo que esto va de mal en peor. A las 4 viene una chica, de otra ETT para una entrevista. Tanto lío y no creo que me quede