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Próximo destino: Madrid

Movilizada

Así estoy ahora, muy movilizada. Todo bajo análisis, todo con una pregunta. Me pasan muchas cosas, tantas que ni abro la boca. Y eso me hace mal. Ya la abriré y saldrá una catarata. Espero que me ayuden, que todos puedan darme una mano.

Luna llena

Hoy es noche de luna llena. Noche de Hijos de la luna. Ya escribiré sobre esto. Hoy fue un día especial y estoy un poco shockeada, pensativa.

Ya estoy acá

Ya llegué, con el horario cambiado, con sueño y frío pero contenta de estar acá. Contenta de ver a mi gente querida, escuchar el acento argentino a cada rato, de tomarme unos mates a cada rato, de salir en bici a todos los lugares, de que escuchar el canto de los pájaros no sea algo extraordinario.
Pero también me siento lejos de mi sitio habitual, del autobús 25, del metro, de todo lo que canta Sabina en sus canciones. Y las canto y me pregunto por qué tanta nostalgia, si es eso. Me siento como partida, no sé por qué, pero me molesta. Allá cantaba a Adriana Varela y acá a Sabina y Ana Belén. Me molesta ser así.
Y también me molestan otras cosas: ahora ando con problemas con unos trámites típicamente burocráticos, y siento que el hecho de que no funcione es un símbolo de parte de las cosas que andan mal, y lo siento así y no puedo evitarlo. Claro que preferiría que todo funcionara mejor, pero si andan mal no puedo evitar quejarme y sentirme defraudada.
Estoy hecha un lío.

Volver

El próximo viernes volvemos a Argentina. Por un mes, pero volvemos. Durante más o menos un año, no pensé en volver. No estaba en los planes y no lo deseaba demasiado.
Extrañar... sí, claro que extrañaba, como siempre, esas pequeñas rutinas que hacen a la vida cotidiana en ciertos lugares: los mates con mami a la mañana, ir a lo de papi y salir a caminar al parque o verlo leer el Página/12, que Tomi se vaya a jugar al básquet o Adri esté en la compu, ir a lo de Eliana o María, los mates con ellas; ver los lapachos en flor, pasar por lo de Ceci o Vivi, los cumpleaños en Chile 559 en Tucumán; andar como loca en Buenos Aires (siempre corta de tiempo), las comidas en lo del Mono, siempre llenas de charlas, las visitas eternas a lo de Eugenia; charlar con Malú en la cocina mientras amasa ravioles...
Hasta que tomamos la decisión. Fue un antes y un después. Desde entonces –hace casi dos meses-, estoy cada vez más ansiosa. Tengo muchas ganas de ver a todos (familia, amigos, conocidos), ganas de andar en el pueblo, de que “lejos” sean 10 cuadras, de que no exista la posibilidad del metro ni el autobús, de escuchar Jaf o Serú o en la radio, que “coger” y “concha” sean “malas palabras”, que el “che” y el mate sean habitué, que si hacemos asado no tengamos que buscar por todos lados carne buena ni corramos el riesgo de que los vecinos llamen a la policía por miedo a un incendio (¡en serio!), de tener un patio de 30 x 10. ¡¡¡Incluso tengo ganas de escuchar cuarteto!!! Algo así como “Vení Raquel” o “Qué tendrá el petiso”. Ir a ver la Luna. Y mirar todo con otros ojos. Mirarlo todo como miro Madrid: con ojos de fotógrafa. Sacarle el jugo a todo, a cada rincón, a cada paisaje, a cada ruina, a cada persona, a todas las costumbres. A mi Argentina. A eso, a esas personas, esas historias, esos lugares que para mí son tan míos. Y reconocerlo: volver a mirarlo, redescubrirlo. No es que de pronto, en un año y pico, vaya a ser todo precioso. No es que ya no tenga defectos, que sea el paraíso. Es que como decía Dante, el profe de foto, no hay personas fotogénicas (y en mis palabras: hasta lo más feo, bien mirado, es lindo).
Y bailar sin que me importe que me miren. Bailar, cantar, caminar, vestir, disfrutar de todo sin pensar en el qué dirán. Mezclar las cosas del pueblo con las de la gran ciudad. Eso es genial.

21 de septiembre

En los días de la escuela, y luego también en la facultad –aunque entonces con menos rigurosidad-, los 21 de septiembre eran muy especiales. Empezaba la primavera, faltaba poco para que terminaran las clases y todos irradiábamos felicidad. O no tanta, porque durante unos cuantos años, el 21 siempre llovía y había que ir de picnic con paraguas.
Lo cierto es que el Día de la Primavera era sagrado. Siempre se celebraba. Lo clásico era un picnic que comenzaba alrededor de las 9 de la mañana, primero con galletitas y mates, luego con mucha gaseosa y sándwiches y al final era un rejunte de comida salada y dulce durante todo el día.
Durante la primaria, empezaban temprano porque ese día no había clases pero teníamos que ir a la escuela, entonces usábamos para el picnic las horas de clase: de 8 a 12. Solían llevarnos al parque, que queda cerca de la escuela y es hermoso. Al final, era medio aburrido, ya que nos pasábamos la mañana comiendo, sin hacer nada muy especial, pero era lindo salir y estar al aire libre.
En la secundaria, ya fue diferente. La idea era la misma (pasarnos el día de picnic), pero se organizaba de una forma más interesante: todas las escuelas nos juntábamos en el aeroclub, donde la promoción organizaba un gran picnic con disc-jockey, y nos lo pasábamos comiendo, paseando, jugando al fútbol o a las cartas, mirando a los demás chicos y chicas y bailábamos. Bailábamos mucho, era lindo bailar de día al aire libre y sin humo ni luces. Era lindo verse bailar, bailar de sport, no todos encorsetados. Volvíamos a las 7 u 8 de la tarde, luego de haber pasado el día afuera, sucios, descargados, felices. Los más valientes, esa noche iban al gran baile de la primavera, pero a mí me bastaba (y me gustaba más) el baile libre de la tarde, en el que nos desinhibíamos completamente.
En los primeros años de la facultad, procuramos volver para el Día de la Primavera a 9, para ir al picnic del aeroclub, pero luego, aunque volviéramos, la gente que esperábamos ver no estaba, y la música no era la misma, así que dejamos de ir. Como que pasó nuestro momento, algo así.
Pero hay que ver lo ridículo que me resulta que hoy empiece el otoño. Ya sé que estoy en otro lugar, pero hoy daría lo que fuera por ir al aeroclub con un par de amigas (aunque el resto de la gente no me importe) a festejar el comienzo de la primavera. Es que es 21 de septiembre!! Y tengo muchas ganas de bailar aquella música.

Mundo sub – piscina

Por esa cuestión tan propia de los seres humanos de los últimos tiempos (a saber: evitar que otros hombres y mujeres, sobre todo desconocidos, nos toquen, y en especial, nos peguen), a pesar de las grandes cantidades de cloro que les ponen a las piscinas públicas, todos optamos por abrir los ojos mientras nadamos, aún a costa del blanco de nuestros globos. Por eso (¿a quién se le ocurriría que la cuestión tiene una veta económica?), alguien inventó las antiparras, o gafas para el agua.
Siempre recuerdo una Navidad, por los regalos que recibí. Nati y yo éramos chicas, seguramente hacía calor y estábamos en el parque de 9, en la zona de las parrillas, cono papá y mis abuelos. No sé qué año era, y tampoco por qué Adri no estaba (o por qué no la recuerdo). Lo cierto es que Nati y yo recibimos un gran paquete cada una, que dentro tenía una mochila azul. Estas mochilas fueron las primeras que vimos con las tiras reforzadas para que no molesten los hombros, y dentro tenían un par de patas de rana y unas antiparras. Un equipo fantástico para un verano inolvidable. Por supuesto, el verano se olvidó, pero la experiencia con los accesorios para la pile, no. Las patas de rana me permitían nadar grandes distancias muy rápido y sin cansarme. Pero las antiparras fueron un chasco. Supuestamente, me las debía ajustar como sopapas a los ojos, pero no había forma, siempre me entraba agua. Lo mejor era que estaba acostumbrada a nadar con los ojos cerrados, y las antiparras fueron una provocación inútil, ya que me crearon la curiosidad / necesidad y no había forma de que funcionaran. Así que empecé a mirar debajo del agua, sin protección. Años y años así, primero por una razón, luego por otra. No chocar gente y nadar recto, las principales.
Hasta que Nati me prestó las suyas de adulta, este verano raro que cae en julio. Y debajo de la superficie de la piscina, descubrí un montón de pequeñas maravillas. Lo primero, que si el agua está transparente, todo (salvo otros ojos detrás de otras antiparras) se ve perfectamente. Y desde este punto de partida, todo: se puede apreciar cómo nada alguien, cómo se deforma el propio cuerpo con la fuerza de los chorros del agua filtrada, las burbujas que dejan los otros nadadores cuando se cruzan delante nuestro nadando crowl, y con un poco más de esfuerzo y atención, qué tan bien patea uno mismo al nadar, la belleza del cielo y los árboles con el agua de por medio, ya preciar el segundo en que para respirar, uno sube sobre el nivel del agua, o el instante en que, al hacer una pirueta, todo eso se da vueltas. Y es bello.

“No había nada para comer”

Un jueves –me acuerdo porque es el día de la semana en que tengo que empezar a ingeniármelas para cocinar algo creativo con los pocos ingredientes que quedan-, preparé para cenar lo siguiente: ensalada de papas, huevo duro y perejil fresco y gambas. Las gambas y el perejil salieron del freezer; los huevos y las papas ya sabemos que duran bastante.
Entonces, cuando estábamos en la mesa, le pregunté a Javi: “Está rico, ¿no?” en una de estas preguntas retóricas porque claro que estaba rico, pero que escondía algo más, que yo luego hice evidente: “Es que no había nada para cocinar”. Y los dos estallamos en una carcajada: ¿Desde cuándo, comer mariscos es “nada”?

Una pregunta...

Cuando uno va en subte o metro, autobús o colectivo, toca y soporta que lo toquen y aprieten como si la otra persona -un completo extraño- fuese en realidad su amante. ¿Por qué, en cambio, si toca o le tocan sin querer una mano o un brazo en la calle o en la piscina o pileta, uno se deshace en disculpas, escucha las disculpas del otro y los dos al mismo tiempo dicen "no es nada, no se preocupe"?

Yo no fui

Esas publicidades de la izquierda, no son de mi autoría ni de mi aprobación. Se han colado desde blogia, espero descubrir cómo sacarlos.

Ideas

Tengo varias, para escribir:
- El festival "Danzas del Mundo"
- El mundo debajo del agua
- Los atentados
- Las empanadas en el tuper de helado de dulce de leche
- "No había nada para comer"
- Las fotos
- Los amigos
- Mucho de Madrid

Ahora falta que en estos días de "vacaciones" (que no son tales porque no son pagas) pueda regalarme el tiempo para escribirlo. Por cierto, no sé si lo leyeron pero creo que el artículo que publicó Ñ sobre los blogs está muy bueno. Y me inspiró para (hasta ahora) intentar ponerme las pilas con el mío, que tengo medio abandonado. Así que ¡¡gracias, Adri!!

Mi abuela Mary

7 de junio de 2005
El otro sábado (el 28/05, para ser más precisa), inauguraban la temporada de piscinas municipales con un lindo detalle: eran gratis. Así que por fin iba a ir a una pile en Madrid, a disfrutar del sol y a nadar. Me conecté a Internet a averiguar a qué pile podíamos ir, y leí mis correos. Me enteré de que había malas noticias en La Cumbre, pero pensé que “linfoma” era el nombre de la recuperación complicada de mi abuela. Almorcé, y Javi no llegaba. Terminé de almorzar, lavé los platos, y él no venía. Miré las noticias, y nada. Hasta que a las 5 llegó. Entonces, en lugar de hacerle el tour fantástico por la mugre de la casa (cuyo objetivo era que, mediante la risa, él notara las distintas dimensiones de esa dejadez), me salió el tiro por la culata y le dije que él no hacía nada. Nos gritamos, descargamos un poco de bronca o tensión acumulados y no sé en qué momento, no sé por qué milagro, él vino y me abrazó. Entonces exploté, me largué a llorar y le dije que mi abuela tenía cáncer, y lloraba tanto que él no me entendía y lo tuve que decir varias veces, hasta que lo dije bien claro. Y lloré en su pecho, y me consoló. Lloré mucho, y él me dejó. Le conté que le harían un tratamiento de quimio, que aparentemente podría aguantar. Y le dije que bueno, que eventualmente se iría, que llegado el momento, yo sabía que la había disfrutado mucho, que las dos nos disfrutamos mutuamente, que fue fantástico tener una abuela como ella y toda esa sarta de cosas perfectamente racionales que una dice en casos como este. Claro que siempre podría haber habido una llamada más, otra carta, más fotos, uno o dos días más por estadía... pero incluso hasta ese día yo sabía que la disfruté a pleno.
Después de llorar y conseguir que mis ojos se pusieran rojos y chiquitos, fuimos a la pile, nadé, tomamos aire, volvimos e hicimos las compras. Al otro día, se nubló y si bien no hizo frío, yo me aletargué un poco. Tal vez fue la tensión del día anterior, el relax del fin de semana o las ganas de no hacer nada; lo cierto es que Javi se fue a jugar al fútbol y yo me alquilé una peli romántica (Love Actually), me acosté en el sillón, me tapé y hasta lloré. La peli era inglesa, con Emma Thompson, Hugh Grant y otros conocidos, no tenía sexo ni violencia, y pensé que era el tipo de peli que les gustaría ver a mis abuelos, y que se la recomendaría.
Yo tenía ganas de hablar con Mary, pero no se podía, porque estaba lejos de un teléfono y supongo, demasiado debilucha. Y la verdad es que mi abuelo es un hombre de pocas palabras, y supongo que se sentía mal de no poder darme alguna noticia concreta, así que me había dicho que cuando tuviera novedades, me llamaría. Así que pensé que por lo menos tenía que escribirle un e-mail, como para que él se lo pudiera leer a Mary y así tuvieran algo distinto de qué hablar. Así que el lunes, cuando llegué del trabajo, prendí la tele, pero luego la apagué y puse “My fair lady”, el CD que me regalaron ellos para mi otro cumple, y me dispuse a escribirles. Me resultó un poco difícil hacerlo, sobre todo porque no podía comentar nada del diagnóstico de Mary. Me puse un poco triste, y terminé diciéndoles que esperaba que se sintieran cerca de mi corazón, que es donde están. Les mandé el mail, me desconecté de Internet y como siempre, chequeé el contestador automático. Había un mensaje de papá, que decía “Juli, cuando puedas llamanos al departamento de Ken” y no sé qué más. Yo pensé que era lógico, para qué iba a estar mi papá ahí un lunes laborable, sobre todo si iba a ir el siguiente fin de semana. Javi me recomendó calmarme y llamar, pero nadie contestaba. Al fin me contestó papá, y me dijo que la noticia era triste, que Mary había fallecido el domingo a la mañana. A él lo habían llamado el sábado para decirle que la habían internado de urgencia pero no llegó a tiempo para verla. Yo me largué a llorar y le pasé el teléfono a Javi. Luego pude volver a hablar con papi e hice un esfuerzo para saludarlo a Ken, que también estaba (creo yo) a punto de llorar. Debo haber llorado cuarenta minutos, no sé, pero lloré todo lo que necesité en ese momento. Al otro día me levanté con los ojos hinchados pero tenía que ir a trabajar, así que fui. Lloraba a cada rato, pero procurando que nadie me viera porque si no, tendría que comentar todo y no quería. Al fin, cuando salí del trabajo y llegué al Paseo del Prado, me senté en un banco y me eché a llorar, y largué todo lo que había contenido durante el día. Estuve un buen rato llorando, hasta que me calmé y seguí. Esa noche, llamé a Córdoba de nuevo, más calmada, y hablé con papi, Adri y Ken. Adri me sacó de tema, supongo que es lógico que alguien procurara distraerme. Papá me contó que hicieron una misa, o una ceremonia (no estoy segura) para despedir a Mary, que fue muy emotiva y que estaba todo el mundo, demostrando cuán querida era. Ken, muy blandito, me dijo “Estábamos los dos muy emocionados, ayer”, “Mary hizo bien a mucha gente” y yo le dije “Y nos hizo muy felices a nosotros, Ken” con la emoción a flor de piel. Me hizo bien decir(me) eso, porque sé que es cierto y que hace bien recordar las cosas buenas.
Los días siguientes, un poco a fuerza de la rutina, mi ánimo mejoró, pero siempre teniendo presente a Mary. Una de las cosas que más me golpeó, porque era mi gran ilusión, es saber que mis abuelos no van a venir a visitarnos a Madrid, y que no podremos acompañarlos a Inglaterra a que conozcan a sus bisnietos. El año pasado, cuando yo me despedí de ellos, Ken me dijo: “Y a ver si la próxima vez que nos vemos es en Madrid”. Yo pensé que era una broma, una forma dulce de despedirse para siempre... y vaya ironía. Les pregunté si hablaban en serio y Mary me dijo que cuando estuvieran en Links, más tranquilos, y con motivo de los 90 años de Ken, tal vez pudieran pensar en un viaje así. Incluso ella me dijo, a solas, que por ella vendría en cualquier momento, que el tema era Ken... Yo me ilusioné mucho y sobre todo desde que Javi y yo nos mudamos, los alenté a venir. Y la ironía es que, al fin, esa ilusión fue algo dulce, una linda esperanza. En los primeros días, y ahora también, pienso en cuánto le hubiera gustado a Mary ver Madrid en primavera. Y es que a quién no le gusta: está llena de flores, de fuentes, de verde, de perfume... Y con ayuda de Dios, pienso que ella ahora es una luz, un ángel, mi ángel de la guarda, que está en el cielo, y que desde ahí arriba, bajo la forma que sea, junto a las otras abuelas (las de Javi y mi abuela Elena) y a mis tíos, nos mira, camina conmigo por el Paseo del Prado, mira la Cibeles, huele las flores, y me acompaña. En realidad, cuando paseo y miro las cosas bellas que me rodean, pienso en todos mis seres queridos, pero me ilusiona pensar que Mary puede verlo, y que está a mi lado cuando yo la siento. También pienso que debe estar contenta de estar con su hijo Frank, con quien compartió tan pocos años. Y con su hermana Eve, su papá –de quien estaba tan orgullosa-, con su mamá... y así, la verdad es que no es tan triste. Gracias a Dios.

Denia

La verdad es que, salvo porque el próximo lunes tenemos cita en el juzgado, el choque ya es historia. Supongo que iremos Javi, yo y “El impresentable”, declararemos y caso cerrado. No me importa si ocurre así, ya que lo único que queríamos nosotros era sentar precedente, y aunque el caso se termine, habrá quedado constancia de su mala actuación.
Yo vuelvo a esto porque tenemos que ir al juzgado, pero en realidad ya forma parte de la colección de las anécdotas divertidas, de esas cosas únicas que nos pasan en la vida.
De todas formas, pasemos a temas más agradables.
El fin de semana del puente, que duró 4 días, aunque teníamos planes para ir a Barcelona, no pudimos ni asomar la nariz. Javi, porque estaba preparando un paper; yo porque tenía una sinusitis tremenda que me impedía estar al sol, so pena de un fuerte dolor de cabeza. Así que yo leí (Virginia Wolf), hice dulce de leche, fui de compras... Sólo un día, y sólo un rato, salimos al Parque del Oeste a caminar y charlar. Y también vimos una película, El Mito de Bourne. Lo cierto es que luego de que Javi se pasara la semana ocupado en ese paper, creímos que era justo viajar el siguiente fin de semana a algún lugar para descansar y desenchufarnos de todo.
Un poco por azar, otro porque yo había escuchado que era lindo, fuimos a Denia, una ciudad en la costa este de España. Viajamos en autobús el viernes a la noche y llegamos a Denia poco antes de las 7 de la mañana, después de un sueño interrumpido por las luces de las autopistas y los incómodos asientos. El día que comenzaba prometía sol y calor, la ciudad parecía bonita y nos sentimos muy a gusto con la elección. Si bien no tengo idea de los datos demográficos del lugar, parecía ser una ciudad económicamente próspera: muchas inmobiliarias, casas de marcas conocidas (tanto de ropa como de tecnología), bares llenos, varios restaurantes con los menús en distintos idiomas, muchos veleros en la costa, autos cero km. en todas las calles, un gran supermercado... todo muy lindo y lujoso. Desayunamos en un bar que mucho no nos gustó, pero no teníamos mucha posibilidad de elección porque era demasiado temprano. Luego dimos unas cuantas vueltas por la ciudad, tratando de encontrar la oficina de turismo, cosa que según la señalización, nos resultó casi imposible. Pero la encontramos. Una vez ahí, como todavía estaba cerrada, hicimos uso de una pantalla informativa, de estas que se activan con el calor de los dedos. Así ubicamos el hostal, y gracias a que preguntamos (estábamos bien ubicados pero nos faltaba el toque final), llegamos. Tal como temíamos, nos confirmaron que no podíamos entrar hasta el mediodía, así que dimos media vuelta y volvimos a la playa. Todavía estábamos con la ropa del viaje, y como debajo teníamos la ropa interior (y no los “bañadores”), con la ayuda de la lona nos las ingeniamos para cambiarnos. Todo un éxito. La playa estaba casi desierta. Caminamos mucho, buscando un lugar que nos gustara, lejos de todo signo de grandes reuniones, como eran un chiringuito, un juego para niños y tres canchas de voley. Yo también buscaba alguna aliada en cuanto al topless se refiere, pero luego de caminar bastante, cuando no la encontré, sin ningún problema revoleé el corpiño y listo... El sol estaba espléndido; la arena era fina y suave; y el mar... el mar, claro, frío, calmo, no muy salado, sin yodo, poco profundo, y grandioso, inmenso, transmitía una paz increíble. Salvo algún lejano motor de auto, no se oía ningún ruido más que el suave choque de las olitas contra la playa, algunas mujeres hablando en cualquier idioma (inglés, valenciano, francés, alemán o castellano), niños jugando o el repicar de las pelotitas contra las paletas. Pero eran ruidos típicos de la distensión, de estar de vacaciones, relajados, y por eso nada era molesto. A pesar de que el agua estaba fría, nos metimos al mar y nos sentimos encantados de estar ahí. Luego volvimos a la arena y nos quedamos relajados, hasta el mediodía, cuando decidimos volver al hostal para instalarnos. Dejamos las mochilas, reorganizamos el equipo para la playa, almorzamos una ensalada de atún, choclo y arvejas y volvimos a la playa. De camino, compramos El Mundo, y al llegar a la arena, nos acostamos, Javi tratando de no llenarse de arena, sacudiéndose de tanto en tanto y yo, en plena arena, sin que me importara llenarme de arena. Volvimos a meternos en el agua, que estaba preciosa, y en eso, el comentario de Javi: “Juli, estoy hecho un pato”... que me hizo reír todo el fin de semana. Yo no podía dejar de cantar “Mediterráneo”, y Javi la resignificó diciendo: “Y qué le voy a hacer, si yo nací en Pehuajó...” la verdad es que esas dos frases fueron de lo más simpáticas y me hicieron reír mucho. Al atardecer, dimos la vuelta, nos duchamos y fuimos al súper, para comprar algo para merendar y provisiones para el día siguiente: agua, un jugo y unos pancitos dulces con chips de chocolate. Luego salimos a cenar. Javi tenía ganas de comer pulpo a la gallega, y por eso no nos habíamos preocupado en tener nuestra vianda para las comidas, así que fuimos “a por el pulpo”. Primero nos sentamos en un lugar que parecía un restaurante familiar, y que fuera tenía un cartel que prometía pulpo a la gallega. Nos sentamos, Javi preguntó por el bicho y le dijeron que no tenían, así que, aunque nos habían puesto el pan y los cubiertos, nos fuimos. Decidimos sentarnos en un lugar un poco más fino, que sí tenía pulpo. Comimos eso, un plato con pescados ahumados y paella. A mí, el pulpo no me gustó, y para cuando llegó la paella estaba bastante llena, así que no comí demasiado. Pero fue una linda comida, en suma. Además, estábamos de buen humor. Caímos rendidos en la cama, agotados después de un día largísimo, en el que habíamos caminado, nadado y tomado sol.
A la mañana siguiente nos despertamos y todo en nosotros acusaba el cansancio del día anterior, pero nos lo tomamos con calma. Bajamos a desayunar, y tomamos un rico café con leche, zumo y tostadas con manteca y mermelada. Luego subimos para volver a organizar nuestro nunca breve equipaje y a eso de las 11 y media nos fuimos a la playa, con todo a cuestas. No pensábamos almorzar, ya que habíamos desayunado bastante tarde y teníamos como para una rica merienda, pero luego, como el sol estaba muy fuerte y además había carrera de Fórmula 1, decidimos ir a un bar a tomar algo, y finalmente comimos una pizzeta y una gaseosa cada uno. Estuvimos en la playa hasta la tardecita, pero sin meternos en el mar porque ya habíamos dejado el hostal. Lo pasamos bien, pero el sol estaba bastante fuerte y el día se estaba haciendo largo. Además, ya acusábamos la reunión del cansancio con el desenchufe, y estábamos exhaustos. Y nos esperaba otra noche de viaje... Al final se nos pasó la tarde dando vueltas en la ciudad, mirando la gente, buscando un lindo lugar para cenar algo sencillo, hasta que Javi se comió un kebap y yo nada, porque no tenía mucho hambre. Luego hubo unos fuegos artificiales, con motivo del día del santo de los marineros, los miramos y nos fuimos a la estación a tomar el colectivo de vuelta a Madrid. Fue un fin de semana hermoso, y sirvió para demostrar que podemos ir a un lindo lugar por dos días y pasarlo de maravillas.

24 de abril de 2005

Ayer a la mañana, mientras Javi y yo tomábamos mates en la cama, yo le sugerí que hiciéramos la lista de las compras. Tenía ganas de hacerla, salir y olvidarme de esa obligación que necesariamente, para poder compartir, la planificamos para los sábados o, excepcionalmente, los domingos. Pero Javi sugirió que, como hacía quince días habíamos hecho una lista bastante general de las cosas infaltables, que antes de salir la mirábamos, hacíamos la lista pequeña y ya está, sin más problemas. Así que se levantó, puso un cd de Queen y nos distrajimos.
La mañana se pasó entre más mates, un poco de limpieza, música, tele y charla. Como vi que era un lindo día, a eso de las 3 y media de la tarde le anuncié a Javi que más tarde, luego de hacer las compras, yo saldría en bici a buscar una peli, la vería y luego volvería a llevarla en bici (si no se hacía demasiado tarde). Así que él dijo: Bueno, vamos" y salimos de compras, con las dos mochilas, la bolsa reciclable, el dinero, los pases para el autobús y las llaves.
Cuando estábamos por llegar a la parada en la que teníamos que bajarnos, yo comencé a contarle a Javi de una pareja que había visto otro día en ese mismo autobús. Eran un hombre y una mujer menudos, pequeñitos, tanto que pensé que probablemente fueran adolescentes. Estaba yo describiendo a estos dos seres especialmente feos (a uno le faltaban dientes y la otra los tenía chuecos, iban medio sucios, él era narigón, ella usaba anteojos muy gruesos), cuando llegamos a la primera senda peatonal con semáforo que teníamos que cruzar para llegar al supermercado. Nosotros siempre cruzamos en verde, y ayer no fue la excepción. Pero algo interrumpió mi historia: de pronto, me vi volando por los aires, empujada por un coche que frenó justo a tiempo para no arrollarnos. Lo cierto es que yo entré en un shock nervioso en el que se me mezclaron la furia porque el señor cruzó en rojo, con la sorpresa -entonces no me dolía nada- y comencé a temblar de una forma descontrolada, a llorar y a insultarlo a los gritos, mientras le decía a Javi y a toda la gente que se juntó a ver el morbo que le tomaran la patente. El conductor me preguntaba si estaba bien, mientras yo lloraba y temblaba segura de que él quería un "sí" para irse a la mierda, incluso me respondió "boluda" a mi "boludo" y ahí Javi se le tiró encima diciéndole que no la insultara a su esposa. En ese momento lo vi a él, enfurecido y capaz de pegarle al tipo -que también estaba levantando las manos- y me desesperé más, seguía temblando, llorando y gritando, mucho por la situación pero también porque me veía temblar tanto que tenía miedo de tener convulsiones. Entre toda esa locura pensé que debíamos pedirle el DNI al conductor, que Javi no tenía un boli para anotar la patente, pensé muchas cosas pero sólo conseguí que alguien anotara la matrícula. Para entonces, cuando vi el papelito con el número y las letras, una señora me estaba llevando más lejos de todo, me abrazaba y consolaba, y yo escuchaba a otras señoras y a Javi y me di cuenta de que el auto no estaba más. Un señor insistía en que me moviera de tal y cual forma, que no temblara más, una señora me decía que le dijera a Javi "Cariño, te quiero", yo sonreí pero sabía que pretender que todo estaba bien era un imposible, porque era incontrolable. Quería ir a un hospital pero cambié un poco de idea cuando el señor me controló el pulso y me dijo que estaba bien, ya que esa era mi preocupación principal: los nervios y el corazón, por el susto. Él me dijo que estaba bien, que había sido el golpe, y que hacer la denuncia era un lío porque no iba a pasar nada, que nos fuéramos de compras (le dijimos que íbamos al súper) y nos olvidáramos de todo. Pero a mí me costaba, seguía lagrimeando y temblando a pesar de que me daba cuenta de que era una bendición estar viva después de tal golpe. Al fin, luego de que las señoras nos dieron los besos de despedida, fuimos con Javi al parque Almodóvar, nos sentamos, y yo procuré tranquilizarme, sin presión. Cuando me sentí más tranquila, le dije a Javi que fuéramos al súper y entre alguna lágrima furtiva, hicimos las compras casi como cualquier otro día. Cargamos de latas las mochilas y dos bolsas y volvimos en cole a casa, como siempre. Cuando llegamos, ya estábamos bastante más calmados y teníamos los cuerpos más fríos, así que al rato nos empezó a doler todo. Aunque eran dolores lógicos del golpe, decidimos ir al hospital. Ahí nos hicieron unas placas (a Javi de la rodilla y a mí de la rodilla y la cintura) y nos dijeron que estábamos bien pero que teníamos contusiones por el golpe. Leímos todos los papeles que nos dieron y nos enteramos de que, sin los datos del coche, nosotros nos teníamos que hacer cargo de los gastos de Urgencias. En ese momento pensamos que teníamos la matrícula, y como había sido demasiado para un día, nos volvimos a casa, estrenamos el horno con una pizza y celebramos que estamos vivos. A las 4 de la mañana, yo me desperté, nerviosa, mal, triste, estuve una hora dando vueltas en la cama, con toda la espalda dolorida, y luego volví a dormirme. Fue una fea noche. Esta mañana me desperté con dolores en todo el cuerpo, que aumentaban a cada rato. Javi se siente mejor, fue a jugar al fútbol, y metió 3 goles, pero yo opté por ir en cole a buscar una peli y mirarla tiradita en el sillón. Cuando Javi volvió del partido, entre todos mis dolores (que no sabemos cómo progresarán) y la bronca que nos dio que el tipo se fuera, decidimos ir a hacer la denuncia. Nos la tomaron, como corresponde, para luego decirnos que seguramente no pasaría nada.

4 de mayo
La semana pasada fui al hospital para llevar los papeles. Allí me indicaron que la matrícula no es suficiente y los trámites que tengo que hacer para que no nos pasen la factura. Hoy fui a este lugar de los seguros, me dieron el nombre de la compañía, y cual fue mi sorpresa esta tarde cuando me llamó una señora de la Asociación de Accidentados de Madrid, para darme datos de un abogado que atiende gratis casos como este. Me huele a algo raro, pero tal vez llame para ver de qué se trata.

De Cumple

Hoy cumplo años y es un día especial y distinto. Temía que fuera triste, pero la verdad es que es diferente a todos los demás. Y la nota la dieron todos los amigos y familiares que se acercaron a mí para recordarme que están conmigo aunqeu sea a través del océano. Qué alegría!! Ya veremos cómo lo festejo, pero seguro que será con mucha alegría.

Primero de Enero

Es el primer día del año y lo empiezo con muchos proyectos personales. La verdad es que nunca me había planteado estas cosas este día, es como que siempre esperaba a que llegara el "período lectivo", pero como acá estamos en medio del trajín, de alguna manera este es el momento de la lista de propósitos. En mi caso son varios, algunos más o menos grandiosos pero todos importantes. Espero poder cumplir todos, no para quedar bien con alguien en especial sino para sentirme bien conmigo. Y ser feliz.

Año Nuevo (o Nochevieja)

Para mí es Año Nuevo, pero acá es "Nochevieja", lo cual no me parece mal, ya que para mí se juntan las dos cosas: despedir el año "viejo" y recibir el nuevo, con todo lo que eso implica: una valoración del año pasado y deseos de que el año nuevo sea siempre mejor que el anterior, en todos los aspectos de la vida. Ese es mi deseo, siempre renovado, en la noche de Año Nuevo.
Al igual que la Navidad, este festejo de Año Nuevo va a ser diferente de los anteriores. Y también, diferente del de Navidad. Porque en lugar de juntarnos a cenar en algún lado, vamos a ir a la Puerta del Sol, a comer las 12 uvas (con piel y semillas, no como la gente de acá que compra uvas enlatadas sin piel ni semillas). Según veía hoy en el 20 minutos, la tradición de las uvas comenzó en 1909, cuando una muy buena cosecha incitó a los productores a regalar lo que les sobró. Lo que me causó mucha gracia es lo que dice el 20 minutos sobre los ritos de la buena suerte: "Pida un deseo por cada uva que se tome, cómaselas con el pie derecho delante, póngase dinero dentro de los zapatos y, cuando brinde, introduzca un anillo de oro en la copa, no se lo trague, es para que le traiga prosperidad económica. Tras los besos y abrazos tire un vaso de agua a la calle, le ayudará a alejar las penas y las lágrimas, escriba en un papel las cosas malas de 2004 y quémelo. Encienda velas, las azules le traerán paz, amarillas (abundancia), verdes (salud) y blancas (claridad). Y no se olvide de pedirle a alguien que le regale lencería rojo pasión. Encontrará a su príncipe o princesa." ¿Qué tal? Me pareció de lo más interesante y novedoso.
Nosotros pediremos los 12 deseos y trataremos de ajustarnos a la tradición, dentro de las posibilidades.
Mañana sigue la fiesta, porque hoy en Sol va a ser imposible brindar y cenar. Al mediodía, irán Pato y Fer a casa, a almorzar humita al plato; y a la tarde, van a ir Cristina y Javier (un compañero de Javi y su novia) a merendar con dulce de leche.
Sea cual sea el ritual que sigan, el motivo por el que lo hacen, y la gente con que estén, Feliz Año para todos.

Nochebuena y Navidad

El 24 trabajé, pero a las 12 cortamos para hacer un brindis y luego de conversar un rato, cada uno se fue a su casa. Era un día precioso, con sol, y decidí hacer mitad del camino en metro y mitad en autobús. Cuando llegué al departamento, almorcé con Javi, miré los Simpson y luego nos fuimos a pasear al parque que está detrás de casa. No había nubes en el cielo tampoco corría viento. Caminamos un rato bajo el sol y nos sentamos en un banco, a disfrutar de esa paz al aire libre. Cuando la baja temperatura pudo más que el calor del sol, volvimos. Ordenamos la habitación, yo tomé una merienda ligera, nos duchamos, nos cambiamos y entonces salimos los cuatro (Edgardo, Ariel, Javi y yo) a la casa de Patricio y Fernanda. Allí estaba todo adornado de una forma muy bonita: la mesa tenía mantel, dos juegos de platos y copas; había un arbolito de fibra óptica con muchos regalitos a sus pies, música… todo bien dispuesto. Comimos bastante temprano, a eso de las 9 y media. El menú era lo siguiente: de entrada, espárragos con arvejas salteadas y una tarta de crepes rellenos con pollo, champignones, huevo duro, lechuga y otras cositas ricas. De plato principal, canelones de humita. Todo hecho en casa y riquísimo. De postre, helado y luego, frutos secos, turrones, bombones y todas esas cosas que se suelen comer en estas ocasiones. Para beber, había vino fino tinto (del que me habían regalado en la empresa, que por cierto estaba riquísimo), gaseosas y luego, para brindar, cava, que creo que es champagne (o muy similar). Todo me gustó mucho. Brindamos a las 12, nos dijimos “Feliz Navidad” y llegó Papá Noel, con regalitos para todos. Yo recibí un par de guantes mágicos y un libro, de parte de Edgardo y Pato y Fer respectivamente. Fue una linda sorpresa. En eso que estábamos charlando, Edgardo preguntó si podía cambiar la música, que hasta entonces era lenta y en inglés. Le dijimos que sí y puso música en castellano del nuestro, en argentino. Fue una muy buena idea, todos cantábamos y nos pusimos a bailar algunos temas de Los Pericos, los Auténticos Decadentes… lindísimo. Todos estábamos enchufados cantando o bailando, cuando alrededor de las 12 y media, yo dije: "Che, después de haberlo prometido tanto, podríamos brindar por los que están lejos, ¿no?" Y levantamos la copa por todos nuestros seres queridos que están lejos de acá. A eso de las 2 y media, Javi y yo emprendimos el regreso. En la Calle Alcalá, cerca de la Plaza de Ventas, tomamos un Búho que nos dejó en la zona de Cibeles, donde tomamos otro que nos dejó cerca del parque que está cerca de casa. La verdad es que el viajecito estuvo bastante bien.
Al día siguiente nos levantamos tarde (yo, a la 1; Javi un rato antes) y tomamos un “brunch” con mates, pan con dulce de leche y mermelada, cereales, yogurt, mates, naranjas y un sándwich de jamón crudo y queso. Buenísimo. Después nos llevamos el termo al parque, para disfrutar nuevamente del sol, pero tuvimos que buscar un sitio con reparo porque había mucho viento, y era helado. Vimos una peli de suspenso, y cuando el sol se hubo ido, salimos hacia el centro (creo que para la gente de acá, “el centro” es Sol, pero para mí es desde la Puerta de Alcalá hasta Sol e incluye los Paseos del Prado y Recoletos), especialmente para ver la iluminación navideña de noche. Hacía un frío tremendo y estaba lleno de gente, pero la verdad es que salimos a disfrutar de las luces y lo hicimos, la ciudad estaba hermosa. Considerando el frío que hacía, estuvimos un buen rato fuera: tres horas.
El domingo hacía más frío que el sábado y daban ganas de quedarse todo el día adentro. Javi tenía excusas: el estudio y además, daban en la tele una peli de La Guerra de las Galaxias (que, entre paréntesis, yo no sé por qué la quería ver de nuevo, doblada y con cortes publicitarios). Pero a eso de las 5, me cansé de estar encerrada y salí, con la excusa de cambiarle el pijama que le había regalado para Navidad. Elegí volver en autobús, principalmente porque había salido de paseo, y grande fue mi sorpresa cuando escucho a una parejita diciendo: “Está nevando, está nevando”. Miré por la ventanilla, luego vi que el limpiaparabrisas estaba funcionando y entonces me di cuenta de que era cierto, ¡estaba nevando! No podía creerlo, me parecía hermoso. Cuando me bajé en el parque, en algunos lados había más nieve que en otros. Al llegar a casa, les dije a los chicos, pero ya sabían. Y al ratito dejó de nevar, luego volvió a nevar, y así. A la mañana siguiente, los autos estaban cubiertos por una capa de aproximadamente un centímetro de nieve, era un paisaje de invierno hermoso. Esta mañana también se veía nieve en las estaciones de metro que están al aire libre, Batán y Lago, pero no vimos nevar. Sobre la nieve del domingo, estuvo bueno lo que dijo Ariel: “Tendría que haber nevado dos días antes…” Y, sí…

Día de los Inocentes

De un tiempo a esta parte, el Día de los Inocentes dejó de parecerme algo gracioso y si gasto alguna broma, es bien tonta. Pero siempre me acuerdo del Día de los Inocentes en Cruz Chica, en la casa de mis abuelos. Esto fue hace bastantes años (20, más o menos). Fue una época en que casi todos los veranos pasábamos mucho tiempo en la casa de mis abuelos, y eso incluía alguna fiesta. Recuerdo que el día 28, a eso de las 11 de la mañana, con cualquier excusa, salíamos mi papá, Natalia (mi hermana) y yo rumbo a la que entonces era la oficina de correos de Cruz Chica. Y con una voz quebrada, aguda, imitábamos a una amiga de mis abuelos, que era unos 5 ó 6 años mayor que mi abuelo, y le decíamos al que atendía el teléfono que hablaba Alicia y que los llamábamos para invitarlos a un baile de disfraces el día tal y que tenían que ir disfrazados de tal cosa. Lo mejor era que o se lo creían o fingían demasiado bien, porque nunca dudé de que se lo creyeran. Y nosotros llegábamos y nos hacíamos los sorprendidos cuando escuchábamos el cuento de la invitación al baile de disfraces, tratábamos de no reirnos y cuando terminaban, les decíamos “¡Que la inocencia te valga!” y todos nos reíamos.
Mi papá, pasados los años, siempre trata de hacer caer a alguien en alguna broma, aunque sea de lo más simple. La última que me acuerdo fue que lo mandó a Javi a comprar clavos a la ferretería de la vuelta de la esquina, y claro que ahí no había nada…
Algo muy divertido que escuché el año pasado, fue que en Tucumán, un grupo de amigos organiza la Fiesta de los Inocentes. Hacen empanadas, sfijas, se juntan todos y se organizan de a grupos para hacerse bromas unos a otros, de manera que nadie quede sin bromear y sin sufrir una broma. Lo que más risa me dan son las bromas que se hacen: empanadas de algodón o yerba, decirle a alguno que es una fiesta de disfraces y que luego no sea, un vaso de alcohol puro, o gaseosa con sal… Nunca estuve ahí porque pasábamos las fiestas en casa de nuestros padres y Tucumán queda muy lejos de ahí, pero sé del espíritu sano de ese grupo de gente y me imagino que esas fiestas debían ser de lo más divertidas.
Otra fecha que recuerdo en estos días…

Toy enfemita...

Sí, para disfrutar a pleno del puente (fin de semana largo de 5 días), me agarré una amigdalitis, combinada con una congestión que no me deja en paz. Así que me pasé los días encerrada y con medicación. Me puse a tratar de escribir pero no tenía ganas, no estaba inspirada. Es que tanto frío, la salud medio para el diablo y el encierro, me ponen de mal humor. Y hoy lloré cuando se me cayó un bowl con sopa crema a la pileta de la cocina. Estoy hecha un asco. Puaj.

Ya no

Ya se me pasó la tristeza del otro día. Luego de unos cinco minutos de llanto terapéutico, al abrigo de cualquier mirada extraña y curiosa, me decidí a que de cualquier manera, estas serán unas fiestas muy especiales y las disfrutaré, ya sea con amigos o sólo con Javi.
Como siempre, uno tiene sus truquitos para mejorar su ánimo. El mío fue arreglarme más para ir al trabajo: pintarme todos los días, andar de "falda" y medias negras, y estrenar unas remeras de lycra, de vivos colores y pronunciados escotes. Y cantar, cantar a la vida: Pétalo de Sal, Un vestido y un amor, Aquellas pequeñas cosas... Y recordarme (porque siempre lo sé) que la vida es hermosa, y siempre, siempre, vale (la pena? o la alegría?) vivirla.
Así que con este nuevo espíritu, les deseo a todos una Feliz Navidad.