7 de junio de 2005
El otro sábado (el 28/05, para ser más precisa), inauguraban la temporada de piscinas municipales con un lindo detalle: eran gratis. Así que por fin iba a ir a una pile en Madrid, a disfrutar del sol y a nadar. Me conecté a Internet a averiguar a qué pile podíamos ir, y leí mis correos. Me enteré de que había malas noticias en La Cumbre, pero pensé que linfoma era el nombre de la recuperación complicada de mi abuela. Almorcé, y Javi no llegaba. Terminé de almorzar, lavé los platos, y él no venía. Miré las noticias, y nada. Hasta que a las 5 llegó. Entonces, en lugar de hacerle el tour fantástico por la mugre de la casa (cuyo objetivo era que, mediante la risa, él notara las distintas dimensiones de esa dejadez), me salió el tiro por la culata y le dije que él no hacía nada. Nos gritamos, descargamos un poco de bronca o tensión acumulados y no sé en qué momento, no sé por qué milagro, él vino y me abrazó. Entonces exploté, me largué a llorar y le dije que mi abuela tenía cáncer, y lloraba tanto que él no me entendía y lo tuve que decir varias veces, hasta que lo dije bien claro. Y lloré en su pecho, y me consoló. Lloré mucho, y él me dejó. Le conté que le harían un tratamiento de quimio, que aparentemente podría aguantar. Y le dije que bueno, que eventualmente se iría, que llegado el momento, yo sabía que la había disfrutado mucho, que las dos nos disfrutamos mutuamente, que fue fantástico tener una abuela como ella y toda esa sarta de cosas perfectamente racionales que una dice en casos como este. Claro que siempre podría haber habido una llamada más, otra carta, más fotos, uno o dos días más por estadía... pero incluso hasta ese día yo sabía que la disfruté a pleno.
Después de llorar y conseguir que mis ojos se pusieran rojos y chiquitos, fuimos a la pile, nadé, tomamos aire, volvimos e hicimos las compras. Al otro día, se nubló y si bien no hizo frío, yo me aletargué un poco. Tal vez fue la tensión del día anterior, el relax del fin de semana o las ganas de no hacer nada; lo cierto es que Javi se fue a jugar al fútbol y yo me alquilé una peli romántica (Love Actually), me acosté en el sillón, me tapé y hasta lloré. La peli era inglesa, con Emma Thompson, Hugh Grant y otros conocidos, no tenía sexo ni violencia, y pensé que era el tipo de peli que les gustaría ver a mis abuelos, y que se la recomendaría.
Yo tenía ganas de hablar con Mary, pero no se podía, porque estaba lejos de un teléfono y supongo, demasiado debilucha. Y la verdad es que mi abuelo es un hombre de pocas palabras, y supongo que se sentía mal de no poder darme alguna noticia concreta, así que me había dicho que cuando tuviera novedades, me llamaría. Así que pensé que por lo menos tenía que escribirle un e-mail, como para que él se lo pudiera leer a Mary y así tuvieran algo distinto de qué hablar. Así que el lunes, cuando llegué del trabajo, prendí la tele, pero luego la apagué y puse My fair lady, el CD que me regalaron ellos para mi otro cumple, y me dispuse a escribirles. Me resultó un poco difícil hacerlo, sobre todo porque no podía comentar nada del diagnóstico de Mary. Me puse un poco triste, y terminé diciéndoles que esperaba que se sintieran cerca de mi corazón, que es donde están. Les mandé el mail, me desconecté de Internet y como siempre, chequeé el contestador automático. Había un mensaje de papá, que decía Juli, cuando puedas llamanos al departamento de Ken y no sé qué más. Yo pensé que era lógico, para qué iba a estar mi papá ahí un lunes laborable, sobre todo si iba a ir el siguiente fin de semana. Javi me recomendó calmarme y llamar, pero nadie contestaba. Al fin me contestó papá, y me dijo que la noticia era triste, que Mary había fallecido el domingo a la mañana. A él lo habían llamado el sábado para decirle que la habían internado de urgencia pero no llegó a tiempo para verla. Yo me largué a llorar y le pasé el teléfono a Javi. Luego pude volver a hablar con papi e hice un esfuerzo para saludarlo a Ken, que también estaba (creo yo) a punto de llorar. Debo haber llorado cuarenta minutos, no sé, pero lloré todo lo que necesité en ese momento. Al otro día me levanté con los ojos hinchados pero tenía que ir a trabajar, así que fui. Lloraba a cada rato, pero procurando que nadie me viera porque si no, tendría que comentar todo y no quería. Al fin, cuando salí del trabajo y llegué al Paseo del Prado, me senté en un banco y me eché a llorar, y largué todo lo que había contenido durante el día. Estuve un buen rato llorando, hasta que me calmé y seguí. Esa noche, llamé a Córdoba de nuevo, más calmada, y hablé con papi, Adri y Ken. Adri me sacó de tema, supongo que es lógico que alguien procurara distraerme. Papá me contó que hicieron una misa, o una ceremonia (no estoy segura) para despedir a Mary, que fue muy emotiva y que estaba todo el mundo, demostrando cuán querida era. Ken, muy blandito, me dijo Estábamos los dos muy emocionados, ayer, Mary hizo bien a mucha gente y yo le dije Y nos hizo muy felices a nosotros, Ken con la emoción a flor de piel. Me hizo bien decir(me) eso, porque sé que es cierto y que hace bien recordar las cosas buenas.
Los días siguientes, un poco a fuerza de la rutina, mi ánimo mejoró, pero siempre teniendo presente a Mary. Una de las cosas que más me golpeó, porque era mi gran ilusión, es saber que mis abuelos no van a venir a visitarnos a Madrid, y que no podremos acompañarlos a Inglaterra a que conozcan a sus bisnietos. El año pasado, cuando yo me despedí de ellos, Ken me dijo: Y a ver si la próxima vez que nos vemos es en Madrid. Yo pensé que era una broma, una forma dulce de despedirse para siempre... y vaya ironía. Les pregunté si hablaban en serio y Mary me dijo que cuando estuvieran en Links, más tranquilos, y con motivo de los 90 años de Ken, tal vez pudieran pensar en un viaje así. Incluso ella me dijo, a solas, que por ella vendría en cualquier momento, que el tema era Ken... Yo me ilusioné mucho y sobre todo desde que Javi y yo nos mudamos, los alenté a venir. Y la ironía es que, al fin, esa ilusión fue algo dulce, una linda esperanza. En los primeros días, y ahora también, pienso en cuánto le hubiera gustado a Mary ver Madrid en primavera. Y es que a quién no le gusta: está llena de flores, de fuentes, de verde, de perfume... Y con ayuda de Dios, pienso que ella ahora es una luz, un ángel, mi ángel de la guarda, que está en el cielo, y que desde ahí arriba, bajo la forma que sea, junto a las otras abuelas (las de Javi y mi abuela Elena) y a mis tíos, nos mira, camina conmigo por el Paseo del Prado, mira la Cibeles, huele las flores, y me acompaña. En realidad, cuando paseo y miro las cosas bellas que me rodean, pienso en todos mis seres queridos, pero me ilusiona pensar que Mary puede verlo, y que está a mi lado cuando yo la siento. También pienso que debe estar contenta de estar con su hijo Frank, con quien compartió tan pocos años. Y con su hermana Eve, su papá de quien estaba tan orgullosa-, con su mamá... y así, la verdad es que no es tan triste. Gracias a Dios.