21 de septiembre
En los días de la escuela, y luego también en la facultad aunque entonces con menos rigurosidad-, los 21 de septiembre eran muy especiales. Empezaba la primavera, faltaba poco para que terminaran las clases y todos irradiábamos felicidad. O no tanta, porque durante unos cuantos años, el 21 siempre llovía y había que ir de picnic con paraguas.
Lo cierto es que el Día de la Primavera era sagrado. Siempre se celebraba. Lo clásico era un picnic que comenzaba alrededor de las 9 de la mañana, primero con galletitas y mates, luego con mucha gaseosa y sándwiches y al final era un rejunte de comida salada y dulce durante todo el día.
Durante la primaria, empezaban temprano porque ese día no había clases pero teníamos que ir a la escuela, entonces usábamos para el picnic las horas de clase: de 8 a 12. Solían llevarnos al parque, que queda cerca de la escuela y es hermoso. Al final, era medio aburrido, ya que nos pasábamos la mañana comiendo, sin hacer nada muy especial, pero era lindo salir y estar al aire libre.
En la secundaria, ya fue diferente. La idea era la misma (pasarnos el día de picnic), pero se organizaba de una forma más interesante: todas las escuelas nos juntábamos en el aeroclub, donde la promoción organizaba un gran picnic con disc-jockey, y nos lo pasábamos comiendo, paseando, jugando al fútbol o a las cartas, mirando a los demás chicos y chicas y bailábamos. Bailábamos mucho, era lindo bailar de día al aire libre y sin humo ni luces. Era lindo verse bailar, bailar de sport, no todos encorsetados. Volvíamos a las 7 u 8 de la tarde, luego de haber pasado el día afuera, sucios, descargados, felices. Los más valientes, esa noche iban al gran baile de la primavera, pero a mí me bastaba (y me gustaba más) el baile libre de la tarde, en el que nos desinhibíamos completamente.
En los primeros años de la facultad, procuramos volver para el Día de la Primavera a 9, para ir al picnic del aeroclub, pero luego, aunque volviéramos, la gente que esperábamos ver no estaba, y la música no era la misma, así que dejamos de ir. Como que pasó nuestro momento, algo así.
Pero hay que ver lo ridículo que me resulta que hoy empiece el otoño. Ya sé que estoy en otro lugar, pero hoy daría lo que fuera por ir al aeroclub con un par de amigas (aunque el resto de la gente no me importe) a festejar el comienzo de la primavera. Es que es 21 de septiembre!! Y tengo muchas ganas de bailar aquella música.
Lo cierto es que el Día de la Primavera era sagrado. Siempre se celebraba. Lo clásico era un picnic que comenzaba alrededor de las 9 de la mañana, primero con galletitas y mates, luego con mucha gaseosa y sándwiches y al final era un rejunte de comida salada y dulce durante todo el día.
Durante la primaria, empezaban temprano porque ese día no había clases pero teníamos que ir a la escuela, entonces usábamos para el picnic las horas de clase: de 8 a 12. Solían llevarnos al parque, que queda cerca de la escuela y es hermoso. Al final, era medio aburrido, ya que nos pasábamos la mañana comiendo, sin hacer nada muy especial, pero era lindo salir y estar al aire libre.
En la secundaria, ya fue diferente. La idea era la misma (pasarnos el día de picnic), pero se organizaba de una forma más interesante: todas las escuelas nos juntábamos en el aeroclub, donde la promoción organizaba un gran picnic con disc-jockey, y nos lo pasábamos comiendo, paseando, jugando al fútbol o a las cartas, mirando a los demás chicos y chicas y bailábamos. Bailábamos mucho, era lindo bailar de día al aire libre y sin humo ni luces. Era lindo verse bailar, bailar de sport, no todos encorsetados. Volvíamos a las 7 u 8 de la tarde, luego de haber pasado el día afuera, sucios, descargados, felices. Los más valientes, esa noche iban al gran baile de la primavera, pero a mí me bastaba (y me gustaba más) el baile libre de la tarde, en el que nos desinhibíamos completamente.
En los primeros años de la facultad, procuramos volver para el Día de la Primavera a 9, para ir al picnic del aeroclub, pero luego, aunque volviéramos, la gente que esperábamos ver no estaba, y la música no era la misma, así que dejamos de ir. Como que pasó nuestro momento, algo así.
Pero hay que ver lo ridículo que me resulta que hoy empiece el otoño. Ya sé que estoy en otro lugar, pero hoy daría lo que fuera por ir al aeroclub con un par de amigas (aunque el resto de la gente no me importe) a festejar el comienzo de la primavera. Es que es 21 de septiembre!! Y tengo muchas ganas de bailar aquella música.
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