Sábado 3 de julio
Ya era demasiada playa y muy poca cultura, así que el sábado dijimos que al menos, teníamos que ver la Sagrada Familia. Así que desayunamos y hacia allí nos dirigimos, metro mediante. Salimos del metro y yo quedé extasiada. Una mole, llena de detalles y con varias cúpulas, se imponía sobre todos nosotros, y nos dejaba pequeñísimos. Verla es algo inexplicable. Parece muy bien lo que es: una ofrenda a Dios, una demostración de la fe. Y me imagino que su creador tendrá el cielo, porque la idea que tuvo y llevó a cabo hasta donde pudo, es algo magnífico. Lo más loco de todo es que todavía esté por la mitad, después de tantos años de que fue comenzada. Y que aún así sea tan bonita. No nos pareció que fuera necesario entrar, bastante belleza había afuera y la disfrutamos.
Más tarde, fuimos a la playa nudista, mami y yo dispuestas a hacer nudismo y Nati, con la idea de probar el topless. El clima no acompañaba pero nuestra voluntad era fuerte, y vestimos con el traje de Eva y así nos metimos al mar. La sensación de estar en el mar así es bellísima. Lo más simpático era que yo tenía en la piel la marca de la malla, y a nadie le importaba. Y yo me sentía cómoda como si siempre lo hubiera hecho. Pena que el sol no estuvo de nuestro lado. Sin embargo, la parte buena de eso era que no había mucha gente y tal vez por eso fue más fácil aclimatarse a estar en una playa nudista. A lo que también tuvimos que acostumbrarnos fue a que los hombres guapos se besaran y acariciaran entre ellos, a que un hombre desnudo se acercara lo más campante a pedirte "un mechero" (encendedor para todos), a que alguno mirara más que otro, a chocarse a alguien desnudo en el mar, a que llegara un joven en jeans y se fuera desvistiendo hasta quedar desnudo... y a que todo eso fuera normal.
A la noche, después de cenar, fuimos a tomar un helado a una heladería artesanal que vendía helado de dulce de leche, y fue muy bueno. Nada que ver con el de Mario, pero ¡vale, chaval! Estábamos en la calle cuando yo vi la luna llena sobre los barcos, y lamentamos no haberla visto salir. Así que dijimos que al día siguiente no nos la perderíamos.
Más tarde, fuimos a la playa nudista, mami y yo dispuestas a hacer nudismo y Nati, con la idea de probar el topless. El clima no acompañaba pero nuestra voluntad era fuerte, y vestimos con el traje de Eva y así nos metimos al mar. La sensación de estar en el mar así es bellísima. Lo más simpático era que yo tenía en la piel la marca de la malla, y a nadie le importaba. Y yo me sentía cómoda como si siempre lo hubiera hecho. Pena que el sol no estuvo de nuestro lado. Sin embargo, la parte buena de eso era que no había mucha gente y tal vez por eso fue más fácil aclimatarse a estar en una playa nudista. A lo que también tuvimos que acostumbrarnos fue a que los hombres guapos se besaran y acariciaran entre ellos, a que un hombre desnudo se acercara lo más campante a pedirte "un mechero" (encendedor para todos), a que alguno mirara más que otro, a chocarse a alguien desnudo en el mar, a que llegara un joven en jeans y se fuera desvistiendo hasta quedar desnudo... y a que todo eso fuera normal.
A la noche, después de cenar, fuimos a tomar un helado a una heladería artesanal que vendía helado de dulce de leche, y fue muy bueno. Nada que ver con el de Mario, pero ¡vale, chaval! Estábamos en la calle cuando yo vi la luna llena sobre los barcos, y lamentamos no haberla visto salir. Así que dijimos que al día siguiente no nos la perderíamos.
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