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Próximo destino: Madrid

Viernes 23 de julio

A la mañana las acompañé a mami y Nati a la estación de trenes, ya que yo me quedaría en el centro a ver el mail y a hacer un par de compras para el viaje. El “par de compras”, finalmente fue muy simpático: una lata de choclo, muchos tomates, muchas zanahorias, dos cajas de jugos y chocolates. Después, me di unas buenas vueltas por los negocios y volví a la casa de Nati. Organicé la valija y la comida y después me fui a dar unas vueltas en bici, con el equipito de música de Nati a cuestas. Después me fui a Londres, y en Waterloo las encontré a mami y Nati. Nos tomamos un taxi a la estación de coach y nos despedimos. El viaje en el primer micro no fue muy cómodo: estaba lleno, yo tenía la gran mochila y la bolsa de la comida conmigo y la gente hablaba y reía en distintos idiomas y a los gritos, como si fuese de día. Estaba muy cansada pero no me quería perder nada. De forma que me miré todo Londres de noche. Después llegó la ruta, pero pronto llegamos a Dover y nos tuvimos que bajar. Teníamos que esperar hasta la una y media, cuando podríamos subir al ferry. Ahí, en el puerto, me impresionó toda la gente que había, con casas rodantes o autos y también la forma en que convivían la naturaleza y el hombre: al lado del puerto había lo que parecía ser un acantilado, y por todas partes revoloteaban unas aves blancas, muy grandes. Y cuando subimos al ferry, yo no me quería perder detalle. Hubiera querido estar en algún lugar al aire libre, pero no se podía salir, así que en lugar de dormir, como hizo mucha gente, yo me ubiqué al lado de una ventana y me dediqué a ver la estela que dejaba el ferry en el agua del canal. Con esto, claro, perdí un buen rato de sueño. Pero valió la vela...

1 comentario

Matías Bustelo -

Leé "El hombre que fue jueves" de Chesterton y volvé a ver las aves blancas de Dover cuando puedas. Si ya lo leíste hacelo de nuevo.

Matías