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Próximo destino: Madrid

11 de agosto de 2004

Hoy es el primer día en el que, a pesar de haber comprado el Segundamano, no tengo ninguna entrevista ni horarios que cumplir.
Fui al médico porque todavía me duele el huesito dulce, de cuando me caí cuando volví de viaje. Estaba preocupada porque pensaba que tal vez no me había cuidado como debí haberlo hecho, y temía que me doliera por siempre... esos temores infundados pero que molestan hasta que uno se los saca. Así que por eso fui al médico. Y la doctora me dijo que me quedara tranquila, que si me caí "de culo" (sus textuales palabras) y me golpeé el sacro, me puedo haber fisurado pero no hay otro remedio que esperar. Y bueno, lo aguantaré.
Hoy es un día tranquilo, en el que podría hacer lo que me venga en ganas. Y sin embargo (diría Sabina), lo que quiero, lo que siento que necesito, no lo puedo hacer: tengo ganas de compartir una charla y unos mates con alguien cercano, con una amiga, con alguien que ya me conozca, con alguien que se alegre de verme... y acá no hay nadie así. Tengo ganas de llorar. Y no sé qué hacer... así que lloro, mientras escucho a Silvio, que canta Eva.
Me distraje un poco y se me pasó la angustia. Me propuse hacer algo útil, algo que me haga bien, y retomé la entrevista que le había hecho el año pasado a Nélida Cañas, en Tucumán. Es el único material "periodístico" que tengo y voy a ver si le saco el jugo. Estaba decidida a dedicarme a eso... pero se me terminaron las pilas... parece que hoy no pego una. Me voy a ir a correr al Parque Aluche, a ver si me despejo y me canso un poco.
Me despejé, y me cansé. Así que de vuelta, decidí darme un baño de inmersión. Y me lo di. Llené la bañera y me sumergí. Tal vez porque el agua estaba demasiado caliente, al rato empecé a sentirme mal. Estaba muy acalorada y algo abombada. Ya había estado unos 15 minutos en el agua, así que me dije que ya podía ducharme y salir, y así hice. Y cuando me paré, me sentí mareada y débil. Por suerte, pronto me di cuenta de que estaba sola y con la puerta cerrada, de forma que tenía que arreglármelas sola y tratar de sobrepasar ese mal rato. Abrí la ventana del baño y procuré tomar aire, y que el agua de la ducha fuera más fresca. Terminé de ducharme con lentitud y me acosté. Sentía que el corazón me latía muy rápido, y traté de calmarme. Tardó mucho en volver al ritmo normal, o más tranquilo, pero al fin me sentí mejor. A veces, ahora, me siento una hipocondríaca: la angina, el huesito dulce, esto del corazón, el miércoles próximo tengo turno en el neurólogo... pero la verdad es que me siento así: me duele el huesito, tuve angina, a veces siento esta especie de taquicardia y necesito ver a un neurólogo para resolver qué hago con el medicamento. Pero claro, tantos médicos de golpe y me siento un bicho raro.

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